Cada decisión que tomo, cada conversación que tengo, cada cosa que observo lo hago a través del cristal del feminismo. Y no es que me resulte un esfuerzo, es que el movimiento me atraviesa. Estoy convencida de que tenemos que luchar por la igualdad de los hombres y las mujeres, y que aún queda mucho camino por recorrer.
Por Alejandra Pintos
Días atrás, mientras repasaba una clase de historia de la moda, volví a tomar dimensión de lo que hemos avanzado en las últimas décadas. Durante cientos de años no se esperó más de nosotras que formemos una familia, seamos bellas, complacientes y dóciles. Por eso se usaban aquellos vestidos restrictivos y llenos de adornos inanes. Éramos un recipiente fértil, un hermoso decorado.

Por eso, también, cada 8 de marzo aprovechamos a recordar esas injusticias que son inherentes a nuestro género. La desigualdad de oportunidades, la brecha salarial, la violencia y el acoso sexual. Repetimos estos mensajes una y otra vez, compartimos estadísticas, confesamos experiencias dolorosas. Y, sin embargo, algunos siguen sin escuchar.
Haciendo ruido, ocupando lugares, el movimiento es más grande que nunca. Se volvió pop, mainstream, vende remeras, libros y libretas que dicen “Girl Boss”. Progresivamente dejó de ser una palabra tabú y ahora actrices y modelos, en lugar de huirle, la usan como bandera. Cualquier acción, ya sea aparecer desnuda en Instagram o fundar una empresa, es celebrada como “feminista” por el solo hecho de involucrar a una mujer dueña de sus decisiones. Feminista, para mí, es aquella que le abre las puertas a otras mujeres, que apoya y mentorea a colegas, que paga un salario justo.
La palabra que antes daba miedo, ahora se usa con liviandad. El movimiento se resquebraja.
Algunas juzgan a compañeras por no parar, cuando muchas saben que si lo hacen se exponen a perder su trabajo. O les reclaman que no hicieron lo suficiente, que no compartieron tal o cual cosa en redes sociales, que no se pronunciaron sobre determinado tema, que no leyeron lo suficiente de teoría. Como si lo verdaderamente importante pasara por allí.
Este sentir lo resumió perfectamente la periodista argentina Maia Debowicz en Twitter donde escribió: “Este 8M deseo que tengamos menos superioridad moral sobre otras mujeres que hacen lo que pueden”.