Sara es una nena de 11 años que transita la pandemia con clases presenciales y virtuales y que este año recibió de regalo de sus padres su primer teléfono. Apenas lo tuvo se sumó al chat de su curso del colegio, donde ya estaba la mayoría de sus compañeros. Chistes, memes, audios, había de todo. Hasta que un día se la agarraron con ella.
Por María Eugenia Rodríguez
Una compañera la acusó de robar su fibra y luego otra dijo que a ella le había robado antes una pulsera y otra agregó que también se había quedado con un collar. Mientras tanto el resto ponía la palabra “DRAMA” en mayúsculas y compartía fotos de ella editadas con ojo de pirata.
Sara no supo qué contestar y le mostró el chat a su mamá, quien al ver había como 100 mensajes tratando a Sara de ladrona —y sabiendo que no lo era— dijo: “esto es bullying”.
Al día siguiente las compañeras que la habían acusado pidieron disculpas por privado y la fibra que originó todo apareció en una bolsa de elementos perdidos en la escuela. Sin embargo, nadie hizo la aclaración ni la defendió en público. Entonces Sara tomó coraje y aconsejada por su mamá y su papá escribió en el chat: “No me gustó lo que pusieron, me voy del grupo”.
Domina lo tóxico
Que el bullying es viejo y que los teléfonos celulares lo potencian ya sabemos. Lo que es nuevo es lo que trae la pandemia. El casi total depender del celular para vincularse entre niños y adolescentes, sobre todo en épocas de clases sólo virtuales. Probablemente sea un fenómeno propio de clases medias y altas, pero tal vez esta dependencia, sumado al estrés de la situación sanitaria, haga que los jóvenes se pongan más hostiles.
L1ght es una organización que detecta y filtra con algoritmos contenido tóxico online para chicos y en un reciente estudio determinó que durante la pandemia hubo un 70 por ciento de incremento de odio entre chicos y adolescentes por chat.
“Ellos utilizan plataformas virtuales para socializar en cuarentena. La toxicidad se ha vuelto dominante. Ha habido un notable incremento en los niveles de bullying y lenguaje abusivo entre ellos”, dicen.
Para esto existe una palabra, ciberbullying, que excede a los chats e incluye a cualquier medio digital a través del cual se moleste o acose a una persona con ataques personales y/o divulgación de información falsa o confidencial.
Cómo ayudar
¿Qué hacer como mamá o papá, entonces? Ante una situación de acoso en el entorno educativo virtual de los hijos, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey cita en un artículo a una profesora de Computación y Tecnología, Kathryn Seigfried-Spellar, que sugiere algunas pistas:
1. El primer paso debe ser reconocer al chico o chica por su valor de reportar el acoso.
2. Tranquilizarlos y asegurarles que no serán castigados por denunciar; que no se les retirarán sus dispositivos: Internet y las redes son su única ventana de socialización y acceso a educación y puede que callen por temor a quedarse sin nada.
3. Si el bullying es por Zoom durante las clases y aunque se trate de un tema delicado, tal vez la situación requiera que se apague la cámara. ¿Por qué? Porque puede que el alumno olvide que está visible, cometa un error que lo avergüence y que otro compañero tome captura de pantalla para humillarlo más adelante.
4. Lo mejor: enseñarles a que tomen mejores decisiones. Si se hablan entre sí y forman comunidad, aunque sea online, ayudará a que piensen en el otro antes de enviar un mensaje tóxico.